Hace algunas semanas leía, con alegría, que Vila-Matas publicaba nueva novela. Me ocurre con poquísimos autores vivos que quiera con tal pasión que llegue una novela, que consiga por un instante hacer desvancer la angustia que me causa pensar en todos los libros que tengo todavía por leer, sean novedades o no, pero especialmente en la rentrée de cada año. Montevideo de Vila-Matas no deja de ser uno de esos libros de rentrée, de esa cantidad de títulos inabarcables que se presentan como indispensables, como objetos de deseo, como promesas de felicidad. Evidentemente, también es mucho más que eso.
En Montevideo (Seix Barral, 2022), las puertas tienen un simbolismo particular, muchas historias se relacionan a través de ellas, como el protagonista busca la puerta escondida en el Hotel Cervantes de Cortázar en Montevideo. Estas puertas, o quizá la cercanía entre Enrique Vila-Matas y Sophie Calle, me hacen pensar en una de las últimas exposiciones que visité en París, antes de cambiar de ciudad, Sophie Calle et son invité Jean-Paul Demoule. Les fantômes d’Orsay, en el Musée d’Orsay, y cuyo catálogo está editado de una manera sublime por la editorial Actes Sud. Restos de un hotel abandonado, números de puertas, paños oxidados, registros de entradas y salidas, teléfonos… Sophie Calle tomó la estación de Orsay y su hotel desocupados, en particular la habitación 501, para vivir la soledad de un lugar deshabitado. En ese tiempo, entre 1978 y 1981, Sophie Calle fotografía los rincones olvidados, recupera objetos encontrados, e invita a amigos a acompañarla en su estancia. Aparece, no obstante, entre todos estos restos arqueológicos, un personaje imaginario, Oddo, que acompaña a Sophie Calle en su estancia. Como ocurre en una ilusión óptica, el espectador se lleva una sorpresa considerable cuando descubre que el nombre de este personaje es, en francés, una homofonía de « au dos » (en la parte posterior). Oddo, que se situa entre la imaginación de Sophie Calle y los espectros del hotel, es como ese otro lado de la puerta que jamás podemos ver de forma simultánea con respecto a la realidad material.
A día de hoy, en la parte posterior de la puerta de la habitación 501 del hotel Orsay, se encuentra un ascensor, que se instaló durante la reforma de rehabilitación para convertir la antigua estación y hotel en el actual museo. Cuando Sophie Calle se instaló años más tarde en el museo encontraría ese reverso de una realidad que quedaba en el otro lado de la puerta.
Pienso en esta condición casi paradójica de la puerta, de hacer infinitas distancias relativamente cortas, de la imposibilidad de ver los dos lados de una misma puerta siendo éstas tan cercanas, y pienso en el reverso de este reverso: cómo hacer relativamente cortas distancias infinitas. Casualmente, he seguido de cerca el proceso de una exposición que tendrá lugar en Barcelona entre el 15 de septiembre y el 29 de octubre en la galería Chiquita Room. La exposición, del artista estadounidense Phillip Maisel, lleva por título Parabolic Structures, tomando los espejos de sonido que se encuentran en Montjuïc. Estas estructuras parabólicas consisten en reflectores esféricos de hormigón que permiten amplificar el sonido a grandes distancias. Estos espejos acústicos resuenan en la obra de Maisel formal y metafóricamente, en un ejercicio en el que el artista crea vínculos entre su propia historia, viniendo él mismo de familia judía por parte de padre y china por parte de madre, con acontecimientos históricos como el uso de las lápidas del antiguo cementerio judío de Montjuïc como material de construcción en el barrio gótico de Barcelona. Las imágenes que crea Maisel aparecen de pronto como puertas que conducen a historias lejanas, acortando distancias al asumir la lejanía infinita entre ellas.
La imposibilidad, escribe Simone Weil en La gravedad y la gracia, es la puerta que da a lo sobrenatural, como lo fantástico irrumpía a través de la puerta del hotel en el relato de Cortázar. Y ya lo sugería Weil: «no queda más remedio que llamar a la puerta».
Artículo publicado en el #795 de la revista El Ciervo