24 de febrero. Rusia ataca Ucrania – Tarde, exposición y soirée mondaine. La exposición no es quizá la que más me seducía de entrada pero le doy una oportunidad: Alberto Giacometti – André Breton, amitiés surréalistes, en el Institut Giacometti de París. Aprovechando un evento que tenía lugar más tarde y que tenía previsto asistir con mi amigo Nico, pensé que era una buena ocasión para acercarme antes al espacio. La dimensión de la exposición es modesta pero suficiente para realizar una propuesta interesante – las exposiciones del Institut Giacometti tienen lugar en la sede del número 5 de la calle Victor Schoelcher, antiguo taller del artista decorador Paul Follot, en el barrio de Montparnasse.
Algo que me sorprende en un primer momento es que lo que queda más al margen del título de la exposición, esas “amistades surrealistas”, es, en el fondo, lo que atraviesa la muestra. Más allá de la relación Giacometti–Breton, presente en todo el recorrido, es el resto de personajes que aparecen en escena lo que dibuja una fascinante constelación de vínculos afectivos. Hans Arp, Victor Brauner, Joan Miró, Claude Cahun, Paul Éluard, Jacqueline Lamba, André Masson, Max Ernst o Meret Oppenheim son algunas de las figuras cuyas obras o textos personales –como cartas, notas, etc.– pueden encontrarse en este recorrido.
Me llama la atención una frase de Meret Oppenheim dirigida a Annette Giacometti en una carta del 12 de enero de 1966, un día después de que falleciera Alberto Giacometti. En ella, Oppenheim escribía: «Hay muy pocas personas en mi vida con las que he sentido tanta amistad, tanto amor y tanta admiración como los que tenía por Alberto y estos sentimientos no se desvanecerán». Me alegro al pensar que un rato más tarde podré encontrarme con una persona de la que podría decir exactamente lo mismo, mi amigo Nico, e intento transmitírselo, como puedo, mientras nos recogemos a pie, por la altura de Saint-Germain-des-Prés.
Pienso en otra amiga que quiero infinitamente, Andrea, y que escribió hace un tiempo un texto sobre Carmen Martín Gaite y su amistad con Ignacio Aldecoa. En él cita un fragmento del texto «Bosquejo autobiográfico» de la escritora salamantina en el que dice: «Los amigos son para mí la cosa más importante del mundo, la más significante y consoladora, y se requiere una delicadeza y un tino especiales para no perderlos. Creo que el secreto está en no tiranizarlos ni en exigirles más de lo que buenamente quieran darte, como y cuando puedan. (…) Sólo así no se pierden y reaparecen siempre com un milagro inesperado».
Cuando Martín Gaite dice que el secreto es no exigir más de lo que lo que la otra persona quiera dar, pienso en lo que repite el psicoanalista Jacques Lacan en uno de sus seminarios, que el amor es dar lo que no se tiene. Es imposible agotar esta afirmación en unas líneas, pero esa falta, eso que escapa al dominio del tener es lo que me parece interpretar en la obra L’Objet invisible de Alberto Giacometti, presente en la exposición. La escultura representa una figura femenina que sostiene una forma vacía: entre sus manos no hay nada, o más bien un objeto que es nada. Si bien, en la exposición, la escultura de Giacometti entra en diálogo con el texto de André Breton «Equation de l’objet trouvé» en la que este objeto invisible se relaciona con el objeto del deseo, en el amor de una amistad se produce una escena similar: dar lo que no se tiene, desde la sinceridad de la herida y de la alegría, realizándose así el milagro inesperado.
Artículo publicado en el #792 de la revista El Ciervo