En el Museo de Arte Moderno de Tarragona, la exposición SIEP (Sàpigues i Entenguis Produccions). Ràbia i desencís propone un recorrido que articulan formas de disidencia, malestar y resistencia de este grupo fundado en 1981 en Reus (Tarragona). Conversamos con el curador de la exposición, Marc Navarro (Deltebre, 1984), sobre los gestos políticos que atraviesan las propuestas, las relaciones que establece entre ellas y el modo en que esta exposición toma cuerpo en el presente. La exposición puede visitarse hasta el 22 de junio.
Como comentas haciendo referencia al historiador Pere Anguera, la SIEP se formó en un momento de desencanto político y cultural. ¿Cómo se tradujeron esos sentimientos en las formas y estrategias del grupo?
Marc Navarro: Se tradujeron en urgencia, en la necesidad de hacer que pasase algo a pesar de la escasez de recursos y de estructuras; y muy a pesar de que sus miembros se encontraban en la periferia de los centros de influencia cultural. Pienso que las actividades del grupo fueron un intento por escapar de ese desencanto, de agitar los cimientos de una escena artística, la de los inicios de la democracia, que el grupo percibía como complaciente y acomodada en privilegios y prebendas. Al escoger el arte correo como medio de expresión, el grupo también cuestionaba el mercado del arte, que en ese mismo momento empezaba a reclamar un espacio de influencia.
No recuerdo quién decía que toda carta es una carta de amor. En todo caso, la correspondencia es uno de los dispositivos literarios amorosos por excelencia. ¿Cómo tomó la SIEP toda esa tradición y la usó o subvirtió como medio artístico?
Marc Navarro: Existe un componente performativo en la SIEP que, a mi modo de ver, se vehicula a partir de los distintos formatos de correspondencia, bien sea la carta de amor, el correo comercial o la propaganda electoral, por citar algunos ejemplos. Cualquiera de estas formas de correo postal presupone un pacto comunicativo y un tipo de reacción: no es lo mismo recibir un sobre de duelo, que una postal felicitando el año nuevo. La SIEP se apropió de esos códigos y convenciones del correo postal y los subvirtió. Por ejemplo, mandando una foto de un coche siniestrado como felicitación de Navidad.
En la exposición destacas la importancia del trabajo colectivo y la desinstitucionalización. ¿Cómo anticipa esta actitud formas de producción artística actuales o se vincula a otras que se daban a cabo en aquel momento en los ochenta?
Marc Navarro: Para mí fue sin duda importante entender el trabajo del grupo como un trabajo en red. Presté atención a contextos en los que el arte postal había tenido una presencia relevante a principios de los años ochenta, como por ejemplo la Europa del Este. Si tomamos como ejemplo la antigua Checoslovaquia, las exposiciones debían llevarse a cabo al aire libre, o en espacios privados por pura necesidad. Las corrientes artísticas experimentales se desarrollaron necesariamente al margen de las instituciones. Salvando las distancias, entiendo la actitud disidente de la SIEP de un modo similar, como un gesto contestatario.
La SIEP combinó una actitud crítica con un tono festivo y celebratorio. ¿Cómo abordaste esa ambivalencia de los materiales para la exposición?
Marc Navarro: La SIEP aunó muchas sensibilidades. Para algunos integrantes del grupo, la SIEP fue tan solo una broma entre amigos, un chascarrillo u ocurrencia sin ninguna pretensión. Mi intención al presentar la producción del grupo fue poner de relieve la seriedad de esas bromas. A mi modo de ver el humor fue para el grupo un caballo de Troya que en un contexto de euforia colectiva les permitió abordar cuestiones de género, o criticar públicamente políticas territoriales y culturales. Los envíos postales del grupo eran, en efecto, producto de esa misma euforia, pero también un toque de atención, señales de alerta.
Entrevista publicada en el número 811 de la revista El Ciervo.