Francesc Tosquelles con una escultura de Auguste Forestier en Saint-Alban en 1947. Archivo Familia Tosquelles.
12.07.2022

Tosquelles y el valor humano de la locura revista El Ciervo

Hace un año se publicaba el libro de Joana Masó Tosquelles. Curar les institucions (Arcadia, 2021) y empezábamos a conocer un poco mejor a este psiquiatra tan desapercibido en España. Este año, a principios de abril, el CCCB inauguraba la exposición Francesc Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo, comisariada por la misma Joana Masó y Carles Guerra, que podrá verse hasta final de agosto y que, posteriormente, pasará al Museo Reina Sofía, entre septiembre de este año hasta marzo de 2023, y que pone en valor la trayectoria de Francesc Tosquelles y su práctica vinculada a la salud mental.

La exposición abre con una verdadera declaración de intenciones: según Tosquelles, se trata de pensar el hospital como un lugar abierto a la vida, que la locura no se vea sometida a la exclusión, al encierro o a la represión. Su nacimiento en Reus en 1912 se da en la misma época en la que la Mancomunitat de Catalunya intentó llevar a cabo la descentralización de las instituciones psiquiátricas, proyecto que quedaría paralizado con la dictadura de Primo de Rivera. Formado en psicoanálisis, en sus inicios Tosquelles intentó transformar la psiquiatría heredera del siglo XIX desde el Instituto Pere Mata, un manicomio de Reus. Su ideología política, cercana al anarcosindicalismo y antiautoritarismo y con un bagaje cooperativista, supone, según el propio Tosquelles, una manera de enfocar su trabajo en las instituciones médicas. Esta postura ya la mantenía a mediados de los años 20 pero se vio especialmente desarrollada durante la Guerra Civil en el Frente de Aragón y en Extremadura, donde trabajó como psiquiatra del ejército republicano. Durante esas experiencias no sólo se trataban a los llamados enfermos sino a la misma comunidad médica e incluso gente que formaba parte de la sociedad civil, todo ello en un intento por llevar a cabo una relación más colectiva en el trato del malestar y el sufrimiento de las personas.

En 1939, con la derrota del bando republicano, Francesc Tosquelles se exilia en Francia, donde pasará más de veinte años, y se incorpora en el hospital psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole. Fue allí donde, en la estela de las experiencias de los años anteriores, Tosquelles siguió apostando por una transformación de la vida colectiva y convirtió aquel lugar en un auténtico legado político que, según Joana Masó, dio espacio a la transmisión de «colectivos históricamente invisibles y la de la práctica de las mujeres en el hospital (…) que tan a menudo han desaparecido en la historia de los cuidados». Saint-Alban se convirtió en un lugar en el que, durante la ocupación nazi de la Segunda Guerra Mundial, se acogieron figuras intelectuales como Paul Éluard, Georges Canguilhem, Tristan Tzara, Gérard Vulliamy o Jean Dubuffet, entre otros.

En la exposición encontramos precisamente estos vínculos y experiencias cercanas a la literatura, el cine y el arte. Algunas de las obras de art brut, por ejemplo, en este contexto suponen una exteriorización de la locura y Tosquelles demuestra un respeto absoluto por esa producción al no considerar a los enfermos mentales como sujetos que no merecen un lugar de enunciación. Eso es así justamente porque Tosquelles pensaba las enfermedades mentales como algo intrínseco al ser humano: «el desino de la locura es la esencia del hombre», afirmaba. Lo valioso de la propuesta de Tosquelles, entre muchas otras cosas, es que revela cómo ante la locura sentimos una incertidumbre al no poder comprender lo que es diferente a nosotros, incluso en nosotros mismos, y que, lejos de pretender silenciarla y reprimirla, habría que escucharla y valorarla en la medida en que es ella la que nos hace humanos.

Artículo publicado en el #794 de la revista El Ciervo

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