Vista de la exposición Vivian Suter en el Palacio de Velázquez del Museo Reina Sofía, Madrid, 2021
12.09.2021

Encuentros vegetales en tiempos de emergencia revista El Ciervo

Si no eran suficientes los estudios, informaciones y evidencias que se tenían acerca de las consecuencias del cambio climático, el pasado mes de agosto, el Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), panel de expertos asociados a la ONU, presentó un informe alertando del aumento de fenómenos extremos en el medio ambiente. Esta sería una nueva prueba que refutaría lo que sostuvo Darwin en su libro La variación de animales y plantas domesticados acerca de que el ser humano no tenía la capacidad de alterar las condiciones absolutas de la vida. En efecto, las consecuencias del ser humano en el medio ambiente son devastadoras y desde el ámbito del arte contemporáneo –a veces por mera tendencia, otras veces por genuina preocupación– se ha abordado esta problemática en numerosas ocasiones.

De forma simultánea durante algún tiempo en Madrid, hemos podido encontrar dos propuestas especialmente relevantes acerca de estos acercamientos al medio ambiente. La primera de ellas, en La Casa Encendida, es la exposición Un encuentro vegetal, que podrá visitarse hasta el 19 de septiembre y que incluye obras de Patricia Domínguez (Santiago de Chile, 1984), Ingela Ihrman (Kalmar, Suecia, 1985) y Eduardo Navarro (Buenos Aires, 1979). La exposición, fruto de una colaboración entre el centro y la Wellcome Collection de Londres, aborda las relaciones entre el mundo vegetal, lo que los seres humanos podemos aprender de él o el tipo de vínculos que se establecen entre los cuerpos y la reparación en paralelo con el medio marino.

La segunda propuesta, es la exposición de la artista de origen suizo Vivian Suter (Buenos Aires, 1949) en el Palacio de Velázquez del Museo Reina Sofía en Madrid, hasta el 10 de enero de 2022, que reúne cerca de 500 pinturas en una instalación dirigida por la artista atendiendo a las particularidades arquitectónicas y espaciales del edificio. El espacio de exposición se convierte aquí en un nuevo entorno, un medio creado por la disposición de los lienzos que sumerge al visitante en una suerte de selva, como aquella en donde fueron creados la mayoría de estas obras.

Vivian Suter, nacida en Buenos Aires y de padres exiliados por la Segunda Guerra Mundial, estaba establecida en Basilea desde que tenía trece años pero un viaje a la selva guatemalteca a principios de los años ochenta le hizo decidirse asentarse en Panajachel, junto al lago Atitlán. Ese entorno vegetal, cerca de una zona volcánica, se convirtió desde entonces en parte creadora del trabajo de la artista en la medida que el mismo entorno interviene en la fase de creación de la obra. Varias tormentas tropicales en 2005 y 2010 provocaron inundaciones en el estudio de Suter, quedando éste arrasado y con las obras cubiertas de agua y barro. En ese momento, confiesa Suter, creyó perderlo todo. Sin embargo, en el intento de reparar y recuperar las obras, la artista encontró que de alguna manera los escombros, ramas, hojas, restos de naturaleza, formaban ya parte de la obra. De esa manera, Vivian Suter empezó a enterrar los lienzos durante algunas semanas o exponiéndolos en el exterior, generando así documentos de interacción y diálogo con la selva, integrando marcas y elementos orgánicos, dejando que los lienzos absorbieran rastros de la vida salvaje y de la vegetación.

La instalación de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez es una auténtica explosión de colores, formas y pinceladas que demuestra hasta qué punto el modo de exponer estas obras es tan importante como la obra misma y el modo de realizarla, incluso cuando algunas de ellas quedan parcialmente inaccesibles al visitante. Esta puesta en el espacio otorga una dimensión física a las pinturas, haciendo de ellas objetos casi esculturales. Suter habla de cómo su obra es la documentación de momentos, el registro de una interacción con la naturaleza. De este modo se lleva a cabo una cierta traducción de esta energía de la selva y se muestra en el espacio expositivo a través de pinturas abstractas, fruto de este encuentro respetuoso e insólito entre artista y medio ambiente.

Artículo publicado en el #789 de la revista El Ciervo

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